La Barrica de la Oca

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viernes, 11 de abril de 2008

Leyendas de Ávila

Leyenda del Rey Niño.
Doña Urraca viuda de Don Raimundo de Borgoña, casó con Alfonso I el Batallador. El matrimonio nunca fue bien y terminó disolviéndose. Alfonso I quiere apoderarse de su hijastro, hijo de Doña Urraca y Don Raimundo de Borgoña, llamado también Alfonso. Doña Urraca va huyendo de su marido. Los abulenses se enteran y ayudan a su hijo que es traído a Ávila por Blasco Jimeno para defender la independencia de Castilla de las manos de Alfonso I el Batallador rey de Aragón.
Alfonso I no se resigna y se presenta en Ávila. Solicita la tutoría del Rey Niño que los abulenses le niegan. Alfonso I amenaza, pero los de Ávila no ceden y Alfonso I sospecha que el niño ha muerto. Entonces los habitantes de Ávila ofrecen mostrárselo desde lo alto de una torre de la muralla.
Como Alfonso I tenía que acercarse a la muralla, solicita unos rehenes para garantizar su seguridad (setenta caballeros salen por la puerta de la Malaventura ). Alfonso I se acercó al Cimborrio ( llamado también Cimorro) de la Catedral y comprobó que el Rey Niño vivía. Pero aún así hace morir abrasados en aceite a los setenta caballeros en un lugar conocido con el nombre de Las Hervencias. En su retirada Blasco Jimeno le alcanza, pero entre los pueblos de Cantiveros y Fontiveros es asaeteado en la Cruz del Reto.
Cuando muere Doña Urraca su hijo es coronado como rey de Castilla. Alfonso VII "el Emperador" agradece a la ciudad de Ávila su ayuda con un escudo en el que se ve al Rey Niño Alfonso asomado a la torre del Cimorrro con la inscripción "ÁVILA DEL REY".

Leyenda de Jimena Blázquez.
La guarnición que defendía Ávila sale hacia el puerto de Menga. Los moros que tienen conocimiento de ello deciden atacar la ciudad, pues no hay soldados para defenderla. Pero los abulenses nombran gobernadora a Jimena Blázquez mujer del alcalde. Jimena reúne a todas las mujeres, las viste de soldados, y con teas encendidas las manda ocupar las almenas de la muralla tocar las trompetas y gritar como si fueran guerreros. Los moros al ver esto creen que los soldados siguen en la ciudad y se retiran.
Desde entonces las mujeres abulenses tuvieron el privilegio de participar en las reuniones del Ayuntamiento.

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