Comienza la historia a principios del Siglo X, Alfonso III divide sus estados, tomando el reinado de León García, Ramiro de Asturias y Ordoño de Galicia. Años después su nieto Ramiro II (925-951) persigue a los árabes por toda la cuenca del Tormes destrozándolos por fin en la Vega del Escobar, empujando los ejercitos hasta la línea del Tajo. Durante la batalla, asegura la tradición que Ramir, como le llamaban los árabes, estableció su camapamento en Casas del Rey. Hustias (Justias) fue el lugar dónde se celebraron las victoias. Poco o nada hay escrito sobre la historia del municipio, lo que sabemos nos ha llegado de boca en boca de nuestros antepasados.
Recuerdan los vecinos haber oído hablar a sus padres o abuelos de quiénes eran esos "María y Pedro" que dan nombre al pueblo, probablemente sea el de los primeros pobladores de este lugar, aldea de pastores que, junto a las Hustias, es el emplazamiento de mayor antigüedad de todos los anejos que forman el municipio de La Umbría. El pueblo de las Casas de Maripedro tiene una estructura muy similar al de las Hustias; se trata de una pequeña agrupación de casas de labradores, que forman un corrillo dejando en el centro una pequeña plaza, donde se agrupan las viviendas, y, a las espaldas de éstas, se encuentran ya más abiertas al bosque y a los prados y huertos las casas para el ganado, que en muchas ocasiones tienen comunicación interior con las viviendas. Remontandonos en la memoria de los vecinos, se calcula que a principios de siglo, allá por 1900, podrían vivir en las Casas de Maripedro alrededor de 90 personas, cifra nada despreciable si consideramos que hoy habitan durante todo el año no más de 12 vecinos. Por entonces, y durante la primera mitad de este siglo, la principal actividad en este pequeño enclave era el pastoreo. Cada familia reunía un pequeño rebaño de unas 20 ovejas más o menos, según su situación económica. Estas ovejas eran más antiguamente de la raza merina, pero más tarde fueron sustituidas por las churras, porque daban mejores resultados (más carne, mejor lana y en más cantidad además de partos dobles). Durante el invierno, las ovejas eran atendidas por su dueño, y dormían en las cuadras que cada familia tenía cerca de la casa. Llegado el buen tiempo, se reunían todas las ovejas del pueblo en un sólo rebaño, que pasaba las noches atendidas por un pastor, labor que desempeñaban los amos del ganado de manera rotativa. El rebaño dormía cada noche en una finca para abonarla con sus excrementos. Se montaba una red de cuerda sujeta en postes de madera, que se podía transportar fácilmente y hacía las veces de redil. Se hacía de la siguiente manera: por cada 10 ovejas que tenía un propietario, el rebaño pasaba una noche en una de sus fincas. El pastor era ayudado en su labor por unos buenos perros mastines también de propiedad común.
Si en alguna ocasión los lobos atacaban el rebaño, se organizaban batidas entre los dueños del ganado para ir a cazarlos, pero de esto los vecinos de hoy sólo han oído contarlo, porque en sus tiempos de juventud los lobos ya escaseaban por estas tierras. Cuentan que en una ocasión un vecino llego desde La Nava huyendo de los lobos. Cuentan también que un mozo de las Casas del Abad, que tenía la novia en Santiago de Aravalle, salió una noche de la casa de sus padres, cogiendoles la llave de debajo de la almohada sin que despertasen, y pasado un rato los padres se despertaron alarmados oyendo grandes gritos y aullidos, y cuando quisieron encontrar a su hijo ya sólo quedaban de él sus botas, porque los lobos se lo habían comido.
En el mes de Junio se esquilaba a todas las ovejas, y en el pueblo había dos o tres hombres dedicados a este oficio, que después de esquilar las ovejas del pueblo se bajaban a Extremadura a esquilar los rebaños de esas tierras. La lana era una fuente de ingresos importante para las familias, la que no se vendía se utilizaba para hacer colchones o empapadores para la cama de los niños pequeños con la piel de los corderos. Más antiguamente la lana se hilaba para tejerla, labor desarrollada por las abuelas. Ya entrado el verano se subían los rebaños a la Sierra de La Campana o la de La Cancha, para dejarlos en los agostaderos, donde permanecían durante toda la época estival. Los pastores llevaban consigo unos "chozos desmontables", que estaban formados por una estructura de tres palos unidos por un extremo con una cubierta de paja de centeno (bálago), que les servía de refugio durante la noche y eran fáciles de transportar. En aquel entonces las vacas sólo se utilizaban como animales de trabajo, en concreto la vaca bociblanca, que se usaba para la yunta de arar. Cada familia tenía su pareja de vacas para las labores del campo, y había un toro semental, de propiedad común, para montar a todas las vacas del pueblo. Este toro era asistido de manera rotativa por todos los vecinos que tenían vacas. En lo que se refiere a las labores del campo, entonces se sembraban todas las huertas, la mayoría de ellas se pueden ver hoy día baldías. Se sembraban principalmente de trigo, centeno y cebada, que una vez cosechados se llevaban al molino de La Canaleja donde se molían para ser utilizados como pienso para el ganado. Al molinero se le pagaba con dinero o con parte de la harina obtenida. También se sembraba lino. Una vez cosechado se llevaba al río a mojarlo, se dejaba secar, se machacaba para quitarle la cáscara y después se "espadaba" (se golpeaba con una espada de madera bien afilada sobre el gramellón, una pieza angular también de madera) hasta sacar los "tascos" (esto es, los hilos más bastos que se les ponían a las gallinas para que hiciesen sus camas), de manera que quedaba sólo el hilo, que era hilado y cocido en calderos con ceniza para blanquearlo, después se devanaba (hacían madejas) y lo llevaban a tejer.
Normalmente en cada casa había un horno de leña, utilizado por las mujeres para cocer el pan y los dulces. Esto se hacía cada 10-12 días, conservándose el pan en unas nasas de paja. La levadura (recentadura) se iba pasando de vecina en vecina, que utilizaba una parte para hacer su masa y añadía algo a la levadura común, para que la siguiente siempre tuviese levadura fresca. También se cocía pan de centeno para alimentar a los perros, y si corrían malos tiempos, para consumo humano. Más tarde cuando los hornos de cada casa se fueron perdiendo por uno u otro motivo, se construyó un horno común en el pueblo, hará 50 años, que en la actualidad aún se conserva. Entonces las vecinas se iban turnando para utilizarlo. Cuando ya se había cocido el pan y el horno aún estaba caliente, se metían pucheros con "peros" (manzanas) a cocer, lo que hacía las delicias de los más pequeños.
Cuentan los vecinos que las Casas era un pueblo donde gustaba el vino: "El que no bebe vino, el diablo se lo lleva por otro camino." Iban al pueblo de Tornavacas con sus pellejos a aprovisionarse de tan valorada bebida. También se traía de Extremadura aceite, pimentón y otros productos de necesidad que no se daban en la comarca. Había un comerciante en La Venta de las Veguillas que se dedicaba a traer estos suministros. Pero sobre todo funcionaba el trueque, los vecinos de Tornavacas traían uvas, higos, tomates naranjas, y las cambiaban por patatas, centeno, manzanas...
La Barrica de la Oca
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lunes, 28 de julio de 2008
Umbrías
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